La vibrante presencia de Linda se complementaba con su llamativo aspecto. En torno a los cuarenta años, de complexión grácil y atlética, su pelo castaño caía en cascada en ondas sueltas alrededor de su cara, sus ojos brillaban con energía; llevaba un vestido vaporoso y unos tacones altos, los cuales Sarah se quedó mirándo por unos segundos.
_”Estos acaban de llegar. Los estaba probando", dijo Linda, quitándose los tacones y entregándoselos a Sarah. "Siéntate aquí, pruébatelos. Llevas una talla 36, ¿verdad?"
_”Eres buena", respondió Sarah.
_”Es mi trabajo, cariño, por supuesto que soy buena. El espejo está a tu derecha, dijo Linda, haciendo clic en un diminuto reproductor de MP3. Unas suaves notas de tango llenaron la habitación. ”Vuelvo enseguida con el té".
Los tacones, de un color verde intenso con un diseño de intrincados pétalos de flor, resultaban suaves y aterciopelados al tacto de Sarah, con una sutil elasticidad que prometía comodidad.
Sarah se quitó el zapato derecho y sostuvo uno de aquellos trocitos verdes de cielo delante de ella durante unos segundos, como saboreando aquella sensación de excitación y anticipación. El tacto inicial del suave material contra su piel fue ligero. Se abrochó las correas y se examinó en el espejo. Su pierna parecía más larga. Se levantó y se miró de perfil. Se preguntó qué diría Mark si la viera ahora con esos tacones.
_”Esa tanguera tiene muy buena pinta", comentó Linda, volviendo con el té.
Sarah parecía confusa.
_”Una tanguera es una mujer que baila tango", explicó Linda. “¿Te has fijado en lo bien que te sujetan el tobillo?".
_”No se parecen a ningún tacón que haya llevado antes", se maravilló Sarah. “Son tan cómodos".
_”Muchas tangueras los llevan al trabajo. Si sirven para bailar durante horas, son geniales para la oficina", añadió Linda.
Sarah imaginó la reacción de los médicos si caminara por los pasillos del hospital con sus tacones verdes y su holgada bata verde. "¿Qué, nunca habéis visto una planta andante?", ella les diría.
_”Son preciosos. ¿Cuánto cuestan?", preguntó.
_”No tan rápido, cariño", dijo Linda. "No te casas con el primer hombre con el que sales, ¿verdad? Tienes que asegurarte de que todo te queda bien. ¿Cuántos vestidos tienes que combinen con este color?".
Sarah levantó la mano, formando un círculo al juntar la parte superior del dedo índice con el pulgar.
_”Eso pensaba yo", sonrió Linda. "Ahora puedes comprarte unos vestidos a juego con los zapatos o…". Se levantó y se dirigió hacia la pared de la izquierda. Con un toque teatral, Linda señaló un botón azul a la derecha.
Sarah miró el botón, confusa. Luego miró la pared. Esto no es una pared. Es un armario.
_”¿Harás el honor?" Linda sonrió.
Sarah saltó del sofá, con un pie en tacones y otro en zapatillas, y pulsó el botón. Las puertas del armario se abrieron con elegancia, emitiendo un sonido suave y silencioso y dejaron al descubierto un vestidor. La iluminación LED integrada iluminaba suavemente el contenido meticulosamente ordenado. Sarah se quedó asombrada.
_”Estos son..."
_”Ciento veintitrés pares de zapatos de tango para que elijas", anunció Linda.
Sarah se quedó con boquiabierta. Entró y miró a su alrededor. Todos los zapatos estaban ordenados por colores, creando un lienzo de elegancia. "¿Por dónde empiezo?
_”Primero, negro. Luego, rojo", dijo Linda, agitando dos pares de tacones delante de la cara de Sarah con una enorme sonrisa.
Este es un extracto del libro “Cuando el Abrazo Susurra: Una novela conmovedora sobre giros inesperados, el redescubrimiento de la pasión y el tango”. Puede encontrar el libro aquí: https://whentheembracewhispers.com/espanhol/